... Sin embargo, a pesar de su gran amor por John Thornton, que podría decirse que revelara el mórbido flujo de la civilización, en él permanecía vivo y activo el impulso de furzas primitivas, despertadas por las tierra del norte. Aunque nutriese fidelidad y devoción, cosas que nacen sólo cuando s tienen un fuego y un techo, conservaba sin embargo intactas su astucia y su salvajismo: era una criatura del bosque, salida del bosque y venida a tumbarse junto al fuego de John Thornton., más bien que un perro de las dulces tierras el sur, marcado por la señal de generaciones y generaciones de criaturas civilizadas. Por su gran amor nunca había robado este hombre, pero no habría dudado ni un segundo con cualquier otro que hubiese acampado en lo lrededores; y su astucia para robar le habría incluso permitido que no le pillasen.
Su hocico y su cuerpo llevaban las señales de los mordiscos e muchos perros, y él ahora peleaba con más fiereza quenunca, y también de forma más diestra. Skeet y Nig eran perros demasiado buenos para que él pudiera pelearse con ellos; además pertenecían a Jhon Thornton. Pero los perros forasteros, de cualquier raza y valor, reconocían inmediatamente la superioridad de Buck o se esncontrban teniendo que pelear por su vida contra un antagonista terrible. Y buck era despiadado; había aprendido bien la ley del garrote y del colmillo, y nunca renunciaba a una ventaja, o se retraía a un enemigo que él ya hubiese avocado por el camino de la muerte. Había aprendido la lección de Spitz, de los más temidos perros de la policía y del servicio postal, ya sabía que no había una vía media, dominar o ser dominado. Y mostrar piedad era solo una debilida. En la vida primitiva no había luga para la piedad, porque esta se confundía con el miedo, y tal malentendido llevaba a la muerte. Matar o que te maten, devorar o ser devorado, ésa era la ley; y él obedecía a este mandamiento que le llegaba desde los abismos del tiempo.
Era más viejo que su edad, tenía más años de los qu había respirado el aire del mundo. Enlazaba en sí el pasado y e presente, y, a través de él, la eternidad palpitab a sus espaldas con un ritmo potente, al que él e adecuaba, así como se adecúan las mareas y las estaciones. Hechado junto al fuego de John Thornton era un perro de pecho ancho, colmillos blancos y pelo largo.;pero, detras de él, estaba la sombra de todas las especies de perros, medio lobos o lobos salvajes, que lo aosaban y lo azuzaban, saboreando la carne que comía, anhelando el agua que bebía, huzmeando con él el aire, escuchndo y distinguiendo con él los ruidos de la ida salvaje del bosque, orientando sus humores, hechándose a dormir con él cuand él se hechaba, y soñando con él mas allá de él hasta convertirse ellos mismos en materia de sus sueños.
Tales sombras le hacían llegar llamadas tan imperiosas, que, día tras día, olvidaba cada vez más la humaidad y las pretensiones de la humanidad. En la profundidad del bosque resonaba una voz, y cada vez que él la oía, que misteriosamente le atraía y electrizaba, se sentía empujado a dar la espalda al fuego y a la tierra batida que había al rededor, y a adentarse en el bosque, cada vez más adentro, sin saber donde iría ni porque; ni se preguntaba donde iría ni porqué cuando aquella voz resonaba imperiosa en la profundidad del bosque. Pero cada vez que llegaba a la blanda tierra virgen y a la verde sombra, el amor a John Thornton lo devolvía para atras, hacia el fuego.
Sólo Thornton lo retenía. El resto de la humanidad no significaba nada. Viajeros de paso podían alabarlo y acariciarlo, pero le dejaban frío; y si alguno era demasiado efusivo, se levantaba y se iba a otra parte.
Lo que le pasa a este perro es un mambo que me sorprendí transitando más de una vez y que creo que voy a seguir transitando. Sobre todo en estas fuerzas que a veces confunden y que lo llaman a uno a correr sin dirección por una calle, o a apretar el boton eject. Me inquieta y derrumba mis estructuras.
viernes, 1 de junio de 2007
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